Aprendí que cuando se aquieta el corazón, las palabras se esconden, se disuelven, se mimetizan entre los colores de las imágenes del pasado, presente y futuro que se quedan por ahí intactas, algunas descoloridas, otras con colores tan vividos que asustan a los ojos y otras son apenas esbozos.
Hace dos meses que no paso por aquí y hace dos meses que me prometí que haría un viaje adentro de mi misma para aprender a escucharme y acalmar esa ganas locas de ir hacer hacia afuera, de realizar todo el tiempo, de buscar amor en lugares difíciles, un amor que no llenaba porque habia ausencia dentro.. ausencia que no sabia que sentía o que talvez prefería no ver.
Ahora, con el corazón calmo, la mente en paz y volviendo a oír el lado de afuera, vuelvo a ver la vida con la mirada de niña y la vejez del espíritu de una mujer adulta que se reconstruyó tantas veces y que ahora tomo consciencia de su cuerpo, su belleza y su fuerza y que no está dispuesta a abrir mano de ella por nada.
Entonces me translado al primer sueño con J. Donde estoy en el A3 y me siento a su lado, lo miro y mientras el hace una fila, yo me siento plena mirando el horizonte, viendo los perros en conflictos entre ellos, pero sin miedo, plena y sintiéndome leve y suelta.
