En la tempestad de sus pensamientos, Ella perseguia de memoria en memoria, el momento eureka, el inicio del fin.
Y encontrándolo volvió a sentir el dolor insoportable de la ausencia, de la invisibilidad, de ser colocada en aquel lugar del olvido, del ofuscamiento.
El decía que la culpa era de su brillo, le incomodaba, lo dejaba ciego y le recordaba la sombra en sus entrañas.
Después de un tiempo, El, en medio del desespero, abrazó el brillo de Ella entre las sábanas, queriendo ahogarla entre gritos y evocando sus miedos, sus temores y sus traumas.
El, inocente, pensaba que asi un día ella se cansaria de brillar y entonces, el volveria a la oscuridad confortable, tan familiar.
Mal El sabia, que las almas que brillan no mueren,
apenas se minguan,
se pausan
por dias, meses o años,
o a veces una eternidad
y entonces, cuando El pensaba
que finalmente había triunfado,
ella concentró sus fuerzas
con tanta intensidad,
que finalmente renasceu,
ardió, quemó y explotó
quemando todo a su alrededor.
Punto final.
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