Cuando era pequeña, mis papás me llevaban con frecuencia a Durania. Era el pueblo de mi papá y donde vivía mi abuelo con mi tía Berta en una casa súper antigua hecha de arcilla y con tejas rojas con olor a mojado todo el tiempo.
Durania era un pueblo prqueñitto, de aquellos pueblos típicos colombianos con calles empedradas, pocas calles, una plaza en el medio, una iglesia y a sus afueras una piscina.
En días como hoy, lluviosos, húmedos y fríos me recuerdo de Durania, cierro los ojos y siento su olor a mojado combinado con cosas de madera guardadas hace muchos años. Como es una sensación que me acompanha desde que me recuerdo por gente, cresci añorando días así, días en que la memoria viaja y se translada a esa plaza con dos fuentes, con palmeras y caminitos llenos de flores y a la casa de mi abuelo donde me sentaba en su mesa a tomar una agua de pnnela caliente con queso.
Como te extraño Durania, cómo te extraño mi abuelito.
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